2018-03-27

2018-03-27

«Tengo sed». Tal es el grito salido de los labios adorables de Jesús. Tenía él sed, sed de almas, y para apagarla se dejó crucificar y que le abrieran el costado, receptáculo seguro para recibirlas a todas (La primavera paolina, p. 347).