Oficio de lectura

* Para la profundización y meditación personal véanse las lecturas complementarias, pp. 656ss..

HIMNO

Te elevan tus hijos, con gozo y fervor,
siguiendo tus huellas, un canto de amor:
apóstol de Cristo, llamado por Dios,
del fuego divino transmite el calor.

Llevaste a las gentes de Cristo el amor,
sanaste las mentes, venciste el error:
infunde a tus hijos tu celo y tu ardor.
Haz tú que llevemos los hombres a Dios.

Al mundo que avanza por sendas del mal
indica el sendero de amor fraternal;
Tú, llévale a Cristo, camino, verdad
y vida del hombre, Maestro veraz.

 

SALMODIA

 

Ant. 1. El mismo que capacita a Pedro para su misión entre los judíos me capacita a mí para la mía entre los gentiles.

 

SALMO 18 A   

Alabanza al Dios creador del universo

Nos visitará el sol que nace de lo alto, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz (Lc 1, 78. 79)

 

El cielo proclama la gloria de Dios,
el firmamento pregona la obra de sus manos:
el día al día le pasa el mensaje,
la noche a la noche se lo susurra.

Sin que hablen, sin que pronuncien,
sin que resuene su voz,
a toda la tierra alcanza su pregón
y hasta los límites del orbe su lenguaje.

Allí le ha puesto su tienda al sol:
él sale como el esposo de su alcoba,
contento como un héroe, a recorrer su camino.

Asoma por un extremo del cielo,
y su órbita llega al otro extremo:
nada se libra de su calor.

 

Ant. 1. El mismo que capacita a Pedro para su misión entre los judíos me capacita a mí para la mía entre los gentiles.

 

Ant. 2. He anunciado a los gentiles las obras de Dios, sus maravillas a todas las naciones.

 

SALMO 63 

Súplica contra los enemigos

Este salmo se aplica especialmente a la pasión del Señor (S. Agustín)

 

Escucha, oh Dios, la voz de mi lamento,
protege mi vida del terrible enemigo;
escóndeme de la conjura de los perversos
y del motín de los malhechores:

afilan sus lenguas como espadas
y disparan como flechas palabras venenosas,
para herir a escondidas al inocente,
para herirlo por sorpresa y sin riesgo.

Se animan al delito,
calculan cómo esconder trampas,
y dicen: «¿Quién lo descubrirá?»

Inventan maldades y ocultan sus invenciones,
porque su mente y su corazón no tienen fondo.

Pero Dios los acribilla a flechazos,
por sorpresa los cubre de heridas;
su misma lengua los lleva a la ruina,
y los que lo ven menean la cabeza.

Todo el mundo se atemoriza,
proclama la obra de Dios
y medita sus acciones.

El justo se alegra con el Señor,
se refugia en él,
y se felicitan los rectos de corazón.

 

Ant. 2. He anunciado a los gentiles las obras de Dios, sus maravillas a todas las naciones.

Ant. 3. Soy ante Dios fragancia de Cristo, entre los que se salvan y los que se pierden.

 

SALMO 96   

Gloria del Señor, rey de justicia

Este salmo canta la salvación del mundo y la conversión de todos los pueblos (S. Atanasio)

 

El Señor reina, la tierra goza,
se alegran las islas innumerables.
Tiniebla y nube lo rodean,
justicia y derecho sostienen su trono.

Delante de él avanza fuego,
abrasando en torno a los enemigos;
sus relámpagos deslumbran el orbe,
y, viéndolos, la tierra se estremece.

Los montes se derriten como cera
ante el dueño de toda la tierra;
los cielos pregonan su justicia,
y todos los pueblos contemplan su gloria.

Los que adoran estatuas se sonrojan,
los que ponen su orgullo en los ídolos;
ante él se postran todos los dioses.

Lo oye Sión, y se alegra,
se regocijan las ciudades de Judá
por tus sentencias, Señor;

porque tú eres, Señor,
altísimo sobre la tierra,
encumbrado sobre todos los dioses.

El Señor ama al que aborrece el mal,
protege la vida de sus fieles
y los libra de los malvados.

Amanece la luz para el justo,
y la alegría para los rectos de corazón.
Alegraos, justos, con el Señor,
celebrad su santo nombre.

 

Ant. 3. Soy ante Dios fragancia de Cristo, entre los que se salvan y los que se pierden.

 

V/. Contó las hazañas del Señor y su poder.
R/. Sus maravillas ocultas desde siempre.

 

PRIMERA LECTURA

Del libro de los Hechos de los apóstoles            13, 1-13

Apartadme a Bernabé y a Saulo para la tarea a que los he llamado

En la Iglesia de Antioquía había profetas y maestros: Bernabé, Simeón, apodado el Moreno, Lucio el Cireneo, Manahén, hermano de leche del rey Herodes, y Saulo. Un día que ayunaban y daban culto al Señor, dijo el Espíritu Santo: «Apartadme a Bernabé y a Saulo para la tarea a que los he llamado.» Volvieron a ayunar y a orar, les impusieron las manos y los despidieron.

Con esta misión del Espíritu Santo, bajaron a Seleucia y de allí zarparon para Chipre. Llegados a Salamina, anunciaron la palabra de Dios en las sinagogas de los judíos, teniendo a Juan como ayudante. Atravesaron toda la isla hasta Pafos y encontraron a un mago y falso profeta judío llamado Bar-Jesús, que vivía al lado del gobernador Sergio Pablo, hombre de buen criterio. Este mandó llamar a Bernabé y a Saulo, ya que deseaba escuchar la palabra de Dios. Pero se les opuso Elimas, el mago, que trataba de apartar de la fe al gobernador.

Entonces Saulo, también llamado Pablo, lleno del Espíritu Santo, fijó los ojos en él y dijo: «Tú, hijo del diablo, lleno de engaño y de maldad, enemigo de todo bien, ¿cuándo terminarás de torcer los rectos caminos del Señor? Ahora la mano del Señor va a caer sobre ti. Quedarás ciego y por algún tiempo no verás la luz del sol.» Al instante lo envolvieron oscuridad y tinieblas. Y andaba a tientas en busca de alguien que le diera la mano. El gobernador, al ver lo que había pasado, creyó. Le impresionaba la doctrina del Señor. Pablo y sus compañeros navegaron desde Pafos hasta Perge de Panfilia. Allí Juan se separó de ellos y regresó a Jerusalén.

 

o bien:

De la segunda carta a los Corintios         2, 14-17; 3, 1-8

Pablo, ministro de una alianza nueva

Doy gracias a Dios, que siempre nos asocia a la victoria de Cristo y que, por medio nuestro, difunde en todas partes la fragancia de su conocimiento. Porque somos el incienso que Cristo ofrece a Dios, entre los que se salvan y los que se pierden; para éstos, olor de muerte que mata; para los otros, olor de vida que da vida. Pero, ¿quién está a la altura de esto? Por lo menos no somos como tantos otros que falsean la palabra de Dios, sino que hablamos con sinceridad, de parte de Dios y bajo la mirada de Dios, como miembros de Cristo.

¿Ya empezamos otra vez a hacernos la propaganda?; ¿será que, como algunos individuos, necesitamos presentarnos o pediros cartas de recomendación? Vosotros sois nuestra carta, escrita en nuestros corazones, conocida y leída por todos los hombres. Sois una carta de Cristo, redactada por nuestro ministerio, escrita no con tinta, sino con el Espíritu de Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en las tablas de carne del corazón. Esta confianza con Dios la tenemos por Cristo.

No es que por nosotros mismos estemos capacitados para apuntarnos algo, como realización nuestra; nuestra capacidad nos viene de Dios, que nos ha capacitado para ser ministros de una alianza nueva, no de código escrito, sino de espíritu; porque la ley escrita mata, el Espíritu da vida. Aquel ministerio de muerte —letras grabadas en piedra— se inauguró con gloria; tanto que los israelitas no podían fijar la vista en el rostro de Moisés, por el resplandor de su rostro, caduco y todo como era. Pues con cuánta mayor razón el ministerio del espíritu resplandecerá de gloria.

 

RESPONSORIO 
Ga 1, 11-12, 2Cor 11, 10. 7

 

R/. El Evangelio anunciado por mí no es de origen humano; * Yo no lo he recibido de ningún hombre, sino por revelación de Jesucristo.

V/. Por la verdad de Cristo que poseo, os anuncié el Evangelio de Dios. * Yo no lo he.

 

 

SEGUNDA LECTURA

Del tratado de san Agustín, obispo, sobre la gracia y el libre albedrío

(Cc. 6-7; PL 44, 890-892)

Nuestra capacidad nos viene de Dios

Consideremos al apóstol Pablo, que se encuentra vacío de méritos y cargado más bien de deméritos. Pero una vez conseguida la gracia de Dios, que da bien por mal, veamos lo que dice escribiendo a Timoteo cuando sentía ya próxima su partida: Yo estoy a punto de ser sacrificado y el momento de mi partida es inminente. He combatido bien mi combate, he corrido hasta la meta, he mantenido la fe. Recuerda ahora sus méritos para alcanzar tras ellos el premio, él que tras los deméritos había alcanzado la gracia. Pues considerad lo que sigue: Ahora me aguarda la corona merecida, con la que el Señor, juez justo, me premiará en aquel día. Pero ¿a quién daría la corona el juez justo, si no hubiese dado antes la gracia como Padre misericordioso? Y ¿cómo existiría esta corona merecida si no precediera la gracia que justifica al culpable? ¿Cómo se darían estas cosas debidas si antes no se dieran aquellas gratuitas?

Consideremos ahora los méritos del apóstol san Pablo, por los que dijo había de darle una corona merecida el juez justo, y veamos si son suyos, es decir, por él adquiridos, o si más bien son dones gratuitos de Dios: He combatido bien mi combate, he corrido hasta la meta, he mantenido la fe. En primer lugar, estas buenas obras serían nulas de no haber sido precedidas de buenos pensamientos. Pero mirad lo que dice de estos pensamientos cuando escribe a los Corintios: No es que por nosotros mismos estemos capacitados para apuntarnos algo como realización nuestra; nuestra capacidad nos viene de Dios. Veamos después lo que dice ya en particular: He combatido bien mi combate. Y pregunto yo con qué fuerza combatió: si con una que procedía de sí mismo o más bien de otra que le venía de arriba. Pero no podemos pensar que tan excelso maestro ignorase la ley de Dios, que dice en el Deuteronomio: No digas en tu corazón: «Por mi fuerza y el poder de mi brazo me he creado estas riquezas.» Acuérdate del Señor tu Dios: que es él quien te da la fuerza para crearte estas riquezas. Pero ¿de qué sirve un buen combate si no se corona con la victoria? Y ¿quién da la victoria, sino aquel de quien el mismo Apóstol dice: Demos gracias a Dios, que nos da la victoria por nuestro Señor Jesucristo?

Más los hombres, no entendiendo lo que el mismo Apóstol dijo: Sostenemos que el hombre es justificado por la fe, sin las obras de la ley, interpretaron que le es suficiente al hombre la fe, aun acompañada de una mala vida, carente de buenas obras. Cosa que en modo alguno pensó san Pablo, quien al decir: Como cristianos, da lo mismo estar circuncidado o no estarlo, luego añade: lo que cuenta es una fe activa en la práctica del amor. Y porque, al igual que nuestra fe y nuestra caridad, esas mismas obras buenas provienen de Dios, el Maestro de los gentiles alcanzó la gracia de la vida eterna.

 

o bien:

 

De un artículo del beato Santiago Alberione, presbítero

(San Paolo, octubre 1954 – CISP 1152)

Os exhorto a que sigáis mi ejemplo como yo sigo el de Cristo

La Familia Paulina se propone representar y vivir a san Pablo hoy, pensando, trabajando, orando y santificándose como lo haría san Pablo si viviese hoy. Él vivió los dos preceptos del amor a Dios y al prójimo de modo tan perfecto que podía mostrar en sí a Cristo mismo: Es Cristo quien vive en mí.

Él formó la Sociedad de San Pablo, de la que es Fundador. No fue la Sociedad de San Pablo la que lo eligió a él, sino que él nos eligió, más aún, nos engendró a nosotros: Soy yo quien os ha engendrado para Cristo Jesús.

Si san Pablo viviese, continuaría ardiendo con aquella doble llama de un mismo incendio: el celo por Dios y por su Cristo, y por los hombres de todos los pueblos. Y para que le oyeran subiría a los más elevados púlpitos y multiplicaría su palabra con los medios del progreso actual: prensa, cine, radio y televisión. Su doctrina no sería fría ni abstracta. Cuando él iba, no se presentaba para dar una conferencia ocasional, sino que se detenía y formaba para obtener el asentimiento de la inteligencia, para persuadir, convertir, unir a Cristo y orientar a una vida plenamente cristiana. Y no marchaba hasta que no existía en los suyos la certeza moral de la perseverancia. Dejaba presbíteros que continuasen su obra; volvía a menudo con su palabra o con sus escritos; quería estar informado, permanecía unido a ellos con el espíritu y rezaba por ellos.

Él dice a los paulinos: Conoced, amad y seguid al Divino Maestro Jesús. Os exhorto a que sigáis mi ejemplo como yo sigo el de Cristo. Esta invitación es general, para todos sus fieles y seguidores. Pero mucho más para nosotros que somos sus hijos. Los hijos viven la vida del padre; por lo tanto debemos vivir en él, de él, por él y con él, para vivir a Jesucristo. Son apropiadas para nosotros las palabras dirigidas a sus hijos de Tesalónica, a quienes recuerda que se ha hecho «molde» para ellos: Para moldearos a vosotros. Jesucristo es el perfecto original; Pablo fue y se hizo para nosotros molde sobre el que nosotros hemos de modelarnos para reproducir a Jesucristo. San Pablo es molde no para reproducir a Jesucristo. San Pablo es molde no para una reproducción física de rasgos corporales, sino para comunicarnos lo más perfectamente posible su personalidad: mentalidad, virtudes, celo, espiritualidad…, todo. La Familia Paulina, compuesta por muchos miembros, debe ser Pablo vivo en un cuerpo social. Debemos conocer y meditar a san Pablo en la vida, en las obras y en las cartas, de modo que pensemos, razonemos, hablemos y actuemos como él, invocando su paternal asistencia.

 

RESPONSORIO
Cf. 1Co 15, 10; 2Tm 4, 7

R/. Por la gracia de Dios soy lo que soy. * Y su gracia no se ha frustrado en mí.

V/. He combatido bien mi combate, he corrido hasta la meta, he mantenido la fe. * Y su gracia.

 

HIMNO Te Deum 

A ti, oh Dios, te alabamos, a ti,
Señor, te reconocemos.

A ti, eterno Padre, te venera
toda la creación.

Los ángeles todos, los cielos y
todas las potestades te honran.

Los querubines y serafines
te cantan sin cesar:

Santo, Santo, Santo es el Señor,
Dios del universo.

Los cielos y la tierra están llenos
de la majestad de tu gloria.

A ti te ensalza el glorioso coro de los apóstoles,
la multitud admirable de los profetas,
el blanco ejército de los mártires.

A ti la Iglesia santa,
extendida por toda la tierra, te proclama:

Padre de inmensa majestad,
Hijo único y verdadero, digno de adoración,
Espíritu Santo, Defensor.

Tú eres el Rey de la gloria, Cristo.
Tú eres el Hijo único del Padre.
Tú, para liberar al hombre, aceptaste la
condición humana sin desdeñar el seno de la Virgen.

Tú, rotas las cadenas de la muerte,
abriste a los creyentes el reino del cielo.

Tú te sientas a la derecha de Dios
en la gloria del Padre.

Creemos que un día has de venir
como juez.

Te rogamos, pues, que vengas en ayuda de tus siervos,
a quienes redimiste con tu preciosa sangre.

Haz que en la gloria eterna
nos asociemos a tus santos.

Lo que sigue puede omitirse:

Salva a tu pueblo, Señor,
y bendice tu heredad.

Sé su pastor y ensálzalo
eternamente.

Día tras día te bendecimos y alabamos
tu nombre para siempre, por
eternidad de eternidades.

Dígnate, Señor, en este día
guardarnos del pecado.

Ten piedad de nosotros, Señor,
ten piedad de nosotros.

Que tu misericordia, Señor,
venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti.

En ti, Señor, confié, no me veré
defraudado para siempre.

 

ORACIÓN

Señor, Dios nuestro, que por amor a los hombres elegiste y enviaste al apóstol san Pablo para predicar el Evangelio de Jesucristo muerto y resucitado, concede a quienes lo veneramos como inspirador y padre, anunciar como él la Palabra de la salvación a los hombres de nuestro tiempo. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

 

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