Por la propia vocación

Padre,
creo en tu sabiduría y en tu amor.
Sé que me has creado para la vida eterna,
que me has indicado el camino para seguirla
y que me aguardas
con el premio reservado al siervo fiel.
Dame luz para ver este camino
y fuerza para seguirlo con generosidad.
Te suplico, por Jesucristo tu Hijo
y por María, mi reina y madre,
que al final de mi vida
pueda yo decir con san Pablo:

p. 211

«He combatido bien mi combate,
he corrido hasta la meta,
he mantenido la fe.
Ahora me aguarda la corona
con la que el Señor
me premiará en aquel día» (2Tim 4,7-8).

p. 212