IV

La humanidad se multiplica. Dios dispone los tiempos y prepara a los hombres para recibir al redentor, su propio Hijo. Elige a Abrahán, por su fe, como cabeza de un pueblo del que nacerá el fruto bendito de María, el salvador del mundo (cf Gén 12,1-9; 22,1-19).

Te adoro y te doy gracias, Dios mío,
por tu amable y sabia providencia.
En medio de las tinieblas del error,
enciendes la luz de tu verdad;
en la corrupción universal, tú eres el Justo;
en medio de tanta idolatría, la humanidad,
en algún rincón de la tierra,
siempre ha mantenido vivo
un culto sincero hacia ti.

Gloria a Dios…
Jesús Maestro…
María, Reina…
Santos Pedro y Pablo…

p. 281