XVI

Apóstoles y sacerdotes, en todo tiempo y lugar, anuncian al mundo la buena noticia; muchos hombres acogen la palabra de la salvación; muchos otros permanecen indiferentes o persiguen a los que la anuncian. La Iglesia es perdición para quienes la rechazan, pero es salvación para los que la acogen. Jesucristo y Satanás son los opuestos: el hombre, con su libertad, puede elegir (cf Lc 10,1-16).

Te bendigo, Maestro divino,
porque me has dejado oír
tu palabra de verdad.
Ella me ha iluminado,
ha suscitado en mí el arrepentimiento;
y me ha llenado
de confianza y amor.
Que resuene en toda la tierra.
Haz que los corazones
sean dóciles a ella,
para que produzcan el treinta, el sesenta,
o el ciento por uno.
Prepara los corazones, María,
y obtén para ellos el Espíritu Santo.

Gloria a Dios…
Jesús Maestro…
María, Reina…
Santos Pedro y Pablo…

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