OCTAVA ESTACIÓN

V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R. Porque con tu cruz has redimido al mundo.

Seguía a Jesús un gran gentío del pueblo, y de mujeres que lloraban por él. Jesús se volvió hacia ellas y les dijo: «Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad por vosotras y por vuestros hijos» (Lc 23,27).

Pido perdón
por mis muchos pecados personales
y por los que otros
han cometido por mi culpa.
Jesús mío, concédeme la gracia
de evitar en lo posible
el pecado ajeno, con las obras,
el testimonio, la palabra y la oración.

Ten piedad de nosotros, Señor.
Ten piedad de nosotros.

Haz, santa Madre de Dios,
que las llagas del Señor
se impriman en mi corazón.

¡Oh dulce fuente de amor!,
hazme sentir tu dolor
para que llore contigo.

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