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Jueves: al Ángel de la guardaVai alla preghiera
El primer jueves se dedica al Ángel de la guarda: para conocerlo; para que nos libre de las tentaciones del demonio en los peligros espirituales y materiales; para seguirlo en su diligente cuidado de nosotros, y que nos lleve con él al cielo.
- Padre del cielo,
te doy gracias por tu infinita bondad,
porque, desde el mismo momento
en que salía de tus manos creadoras,
me confiaste a un ángel
para que «me ilumine,
me guíe y me proteja».
Te doy gracias también a ti,
ángel de mi guarda,
por tu constante presencia
en mi peregrinación hacia el Padre.
Tus inspiraciones, tu protección continua
contra los peligros del cuerpo y del alma,
y tu oración ante el Señor,
son para mí motivo de consuelo
y esperanza cierta.
Ángel de Dios…
- Ángel de mi guarda,
tú que contemplas continuamente
el rostro del Padre y quieres que también yo
vaya a hacerte compañía,
alcánzame del Señor perdón
por lo mucho que, sordo a tus consejos,
he pecado en tu presencia
y por la poca familiaridad
que he tenido contigo,
aunque estás siempre a mi lado.
Hazme comprender que he sido creado
para conocer, amar y servir a Dios
en esta vida, y luego gozarlo en la eterna.
Ángel de Dios…
- Ángel de mi guarda,
fiel y fuerte en la virtud,
eres uno de los ángeles que en el cielo,
capitaneados por san Miguel,
vencisteis al Maligno y a sus fuerzas.
Esa misma lucha continúa ahora en la tierra;
las fuerzas del mal luchan contra Jesucristo,
y acechan a los hombres.
Ruega a la inmaculada,
Reina de los Apóstoles,
por la Iglesia, ciudad de Dios,
que lucha contra la ciudad de Satanás.
Y tú, san Miguel arcángel,
abanderado de la milicia del cielo,
defiéndenos en el combate,
sé nuestro protector
contra el mal que nos acecha;
con la fuerza de Dios, somete a Satanás
y a todas las fuerzas del mal
que pretenden invadir el mundo
para perder a los hombres.
Ángel de Dios…
- Ángeles del cielo,
asistid a los escritores, técnicos y difusores
de los medios audiovisuales
y a cuantos los usan.
Defendedlos del mal, guiadlos en la verdad,
concededles verdadero amor.
Pedid al Señor las vocaciones necesarias
para este nuevo apostolado
y guiadlas en su delicada misión.
Inspirad a todos para que cooperen
con la acción, la oración y la limosna
al apostolado de la comunicación social.
Iluminad, guiad y proteged
el mundo de las técnicas audiovisuales:
que se utilicen para elevar el nivel
de la vida presente
y para orientar a la humanidad
hacia los bienes eternos.
Ángel de Dios…
- Ángeles del Señor,
vosotros habéis sido llamados
a servir, alabar y glorificar
incesantemente a la santísima Trinidad
y a asistirnos y protegernos
en nuestro diario caminar.
Amáis verdaderamente a Dios
y a los hombres y perpetuáis el cántico:
«Gloria a Dios en el cielo
y en la tierra paz a los hombres
que ama el Señor».
Os pedimos por todos los hombres,
para que conozcan al único Dios verdadero,
a su enviado Jesucristo,
y a la Iglesia, recinto de verdad.
Rogad para que el nombre de Dios
sea santificado, venga el reino de Jesucristo
y se haga su voluntad
en la tierra como en el cielo.
Proteged a los gobernantes,
a los trabajadores, a los que sufren;
alejad las fuerzas del mal
y salvad al mundo de sus lazos;
obtened gracia y salvación a cuantos buscan
la verdad, la justicia y la paz.
Ángel de Dios…
Antes o después de la meditación, o bien durante la adoración eucarística, se reza o canta:
Ant. Todos ellos son espíritus en servicio activo, que se envían en ayuda de los que han de heredar la salvación (Magníficat, p. 335).
p. 153Viernes: al sagrado Corazón de JesúsVai alla preghiera
El primer viernes se dedica al Corazón de Jesús con el fin de conocer, valorar y corresponder a sus grandes regalos: el evangelio, la eucaristía, la Iglesia, el sacerdocio, la vida consagrada, la Virgen María y su propia vida.
Aquí estoy, Jesús Maestro,
consciente de mi condición de pecador.
Te adoro porque has amado a los hombres
hasta el extremo de entregarte por ellos.
Creo en el amor infinito que nos tienes.
Te doy gracias por los inapreciables regalos
que has hecho a los hombres,
especialmente el evangelio, la eucaristía,
la Iglesia, el sacerdocio, la vida religiosa,
a María como madre, y tu propia vida.
- Jesús Maestro, te doy gracias
y bendigo la generosidad de tu corazón
por el gran regalo del evangelio.
Tú has dicho: «He sido enviado
a evangelizar a los pobres».
Tus palabras comunican la vida eterna.
En el evangelio
has revelado el misterio de Dios,
has enseñado su camino
conforme a la verdad,
y has ofrecido los medios para la salvación.
Concédeme la gracia de conservar
con veneración tu evangelio,
de escucharlo y leerlo
según el espíritu de la Iglesia,
y de propagarlo con el mismo amor
con que tú lo predicaste.
Que todos lo conozcan, lo honren y lo acojan.
Que se amolden a él la vida,
las leyes, las costumbres
y las ideologías de los hombres.
Que encienda, ilumine y caliente a todos
el fuego que tú has traído a la tierra.
Jesús, manso y humilde de corazón,
haznos santos e irreprochables por el amor.
- Jesús Maestro, te doy gracias
y bendigo la inmensidad de tu amor
por el inestimable regalo de la eucaristía.
Por amor actualizas y renuevas en ella
el misterio pascual,
te das como alimento en la comunión
y permaneces con nosotros en el sagrario.
Que te sienta presente en la eucaristía;
que yo saque aguas con gozo
de las fuentes de la salvación.
Que comprenda y viva cada vez mejor
la eucaristía, que te reciba siempre
con fe y amor, y que pueda
visitarte diariamente en este sacramento.
Jesús, manso y humilde…
- Jesús Maestro, te doy gracias
y bendigo tu bondadoso corazón
por el don sublime de la Iglesia.
Ella es la madre
que nos enseña la verdad,
que nos guía por el camino de la salvación
y nos comunica la vida sobrenatural.
Ella, tu cuerpo místico,
continúa tu misma misión en el mundo.
Es el arca de la salvación, infalible,
indefectible y universal.
Concédeme la gracia de amarla
como tú la amas al santificarla con tu sangre.
Que todos la conozcan,
entren a formar parte de ella
y cooperen humildemente
en la construcción de tu reino.
Jesús, manso y humilde…
- Jesús Maestro, te doy gracias
y bendigo tu corazón lleno de amor
por la institución del sacerdocio.
Tú envías a los sacerdotes
como el Padre te ha enviado a ti.
Les has confiado los tesoros de tu doctrina,
de tu ley, de tu gracia,
y el cuidado de tu propio pueblo.
Haz que yo los ame, los escuche
y me deje guiar por ellos en tus caminos.
Envía buenos obreros a tu mies.
Que todos los sacerdotes sean sal
que purifica y preserva, luz del mundo,
ciudad situada en lo alto;
que estén modelados a tu imagen;
y que su premio y su gozo
sea un gran número
de personas conducidas a ti.
Jesús, manso y humilde…
- Jesús Maestro, te doy gracias
y bendigo tu sacratísimo corazón
por la llamada a la vida consagrada.
Como en el cielo,
en la tierra hay muchas estancias.
Tú eliges a tus hijos predilectos,
llamándolos a la perfección evangélica,
y eres para ellos ejemplo,
ayuda y premio.
Haz que aumente el número
de vocaciones consagradas;
sé su apoyo en la vivencia
de los consejos evangélicos;
que sean las flores más perfumadas
de la Iglesia, las que te complacen,
oran y extienden tu reino
con las más diversas formas de apostolado.
Jesús, manso y humilde…
- Jesús Maestro, te doy gracias
y bendigo tu corazón lleno de misericordia
por habernos dado a María
como madre, maestra y reina.
Desde la cruz
nos has puesto a todos en sus manos,
dándole un gran corazón, sabiduría y poder.
Que todos los hombres la conozcan,
la amen, la invoquen
y se dejen guiar por ella
hacia ti, salvador de los hombres.
Siguiendo tu ejemplo,
me pongo en sus manos.
Quiero estar con ella ahora,
en la hora de mi muerte
y por toda la eternidad.
Jesús, manso y humilde…
- Jesús Maestro, te doy gracias
y bendigo tu corazón manso y humilde,
que te impulsó a dar la vida por mí.
Tu sangre, tus llagas, los azotes,
las espinas, la cruz, tu cabeza inclinada,
me están diciendo: «Nadie tiene más amor
que quien da su vida por el amigo».
El pastor ha dado la vida por sus ovejas.
También yo quiero gastar mi vida por ti;
que siempre y en todo
puedas disponer de mí para tu mayor gloria,
y yo repita sin desfallecer:
«Hágase tu voluntad».
Llena mi corazón de amor a ti
y a los hombres.
Jesús, manso y humilde…
Antes o después de la meditación, o bien durante la adoración eucarística, se reza o canta:
Ant. Hijo, dame tu corazón, y tus ojos guarden mis caminos (Magníficat, p. 335).
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