Jesús, verdad eterna,
creo que estás realmente presente
en la eucaristía,
con tu cuerpo, sangre, alma y divinidad.
Oigo tu invitación: «Yo soy el pan vivo,
que ha bajado del cielo».
«Tomad y comed: esto es mi cuerpo».
Creo, Señor y Maestro,
pero aumenta mi débil fe.
Jesús, único camino de salvación;
tú me invitas diciéndome:
«Aprended de mí…».
Y sin embargo, ¡qué poco me asemejo a ti!
Señor, no soy digno de que entres en mi casa,
pero una palabra tuya bastará para sanarme.
Tú, Jesús, complaciste al Padre;
eres mi modelo.
Atráeme a ti y dame la gracia
de imitarte, especialmente
en la virtud que más necesito.