Te adoro presente en mí, Palabra encarnada,
Hijo unigénito e imagen del Padre,
nacido de María.
Te doy gracias, Maestro y verdad,
por haberte dignado venir a mí,
ignorante y pecador.
En unión con María te ofrezco al Padre:
contigo, por ti y en ti,
sea por siempre la alabanza,
la acción de gracias y la súplica
por la paz de los hombres.
Ilumina mi mente,
hazme discípulo fiel de la Iglesia;
que viva de fe;
que comprenda tu palabra;
que sea un auténtico apóstol.
Haz, Maestro divino,
que la luz de tu evangelio llegue
hasta los últimos confines del mundo.
Jesús Maestro, tú me dices: «Yo soy la vida»;
«el que come mi carne y bebe mi sangre
tiene vida eterna».
En los sacramentos del bautismo
y la reconciliación,
me has comunicado esta vida,
y en la eucaristía la alimentas
haciéndote mi comida.
Toma mi corazón;
libéralo de las vanidades del mundo.
Te amo con todo el corazón
y sobre todas las cosas,
porque eres bien infinito
y mi eterna felicidad.