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Porque eres madre de Dios,
todo lo puedes.
Porque eres nuestra madre,
siempre nos acoges.
En tu corazón, María,
Dios y el hombre (bis).

En Caná quisiste socorrer
a los novios que no tenían vino.
Suplicaste a tu Hijo omnipotente
por tus otros hijos.

En la cruz tu Hijo te pidió
que ensancharas tu corazón de madre.
A tu lado nos tienes a nosotros,
a tus otros hijos.

Al nacer la Iglesia en Pentecostés,
y a lo largo del tiempo y del camino,
ha sentido muy dentro tu presencia
y tu amor de madre.

Ave, María,
tú eres la Madre de Dios.

Encanto de su silencio,
éxtasis de su amor
y voz de nuestra historia.
Tú eres, madre, la mujer del amén.

Ave, María,
tú eres la Madre de Dios.

En ti se condensa
la esperanza de los siglos
y añora su plenitud.

Humilde Virgen de Nazaret,
Hija de Sión
y madre de todos los pueblos.

Arca de la nueva Alianza,
morada de la luz
y santuario de la gloria.

Arco iris de paz,
zarza ardiente del Espíritu,
deleite del Señor.

Nube luminosa, presencia del Señor,
recipiente de perfume
y gozo del Altísimo.

Madre santa de la Iglesia,
peregrina de la fe,
horno ardiente del amor.

Discípula obediente,
sierva del amor
y apóstol de Jesucristo.

Prototipo de la historia,
libertad entregada,
himno de todo el universo.

Templo de la escucha,
terreno fecundo
y viña escogida.

Tú eres, madre, la mujer del amén.
Ave, María,
tú eres la Madre de Dios.
Santa María, madre de Dios,
ruega por nosotros, pecadores,
ahora y en la hora
de nuestra muerte. Amén. Amén.