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Te elevan tus hijosVai alla preghiera
Te elevan tus hijos, con gozo y fervor,
siguiendo tus huellas, un canto de amor:
apóstol de Cristo, llamado por Dios,
del fuego divino transmite el calor.
Llevaste a las gentes de Cristo el amor,
sanaste las mentes, venciste el error:
infunde a tus hijos tu celo y tu ardor.
Haz tú que llevemos los hombres a Dios.
Al mundo que avanza por sendas del mal
indica el sendero de amor fraternal;
Tú, llévale a Cristo, camino, verdad
y vida del hombre, Maestro veraz.
Vuelve, apóstol de CristoVai alla preghiera
Vuelve, apóstol de Cristo, a nosotros,
que sufrimos los daños del mal;
el orgullo que envuelve a los hombres
les impide un amor fraternal.
Que resuene tu firme palabra,
encendiendo la luz de la fe,
y alumbrando al espíritu joven,
llegue a transformarlo en apóstol del bien.
Vuelve, apóstol de Cristo, a nosotros,
que sufrimos los daños del mal;
tu doctrina, cual sol, ilumine
las tinieblas, el odio, el afán.
Prisionero glorioso de Cristo,
las miradas se vuelven a ti;
hoy con gozo tus hijos te ofrecen
todos sus esfuerzos de entrega hasta el fin.
Pablo apóstolVai alla preghiera
Pablo amigo, Pablo hermano,
Pablo apóstol, Pablo pobre,
que fuiste aguijón de ateos
y crisol para almas nobles.
Pablo, que solo sabías
hablar de Cristo a los hombres.
Pablo, perseguidor y perseguido.
Pablo, conquistador y conquistado.
Pablo, de los gentiles y judíos.
Pablo, por el amor encarcelado.
Una voz te despertó
cuando estabas derrotado:
«Pablo, ¿por qué me persigues?
Soy Jesús resucitado».
Y de pronto, te encaminaste
de vuelta sobre tus pasos,
y en los que ibas persiguiendo
descubriste a tus hermanos.
Si camino de Emaús
alumbró a decepcionados,
Cristo quebró tu ceguera
de camino hacia Damasco.
Y del mundo fuiste luz,
pues fue tu vida reflejo
de la vida que Jesús
predicó en el evangelio.